Vivimos ignorando las manos invisibles que sostienen nuestras vidas. Son esas manos que trabajan. Las que ejercen los oficios o acarician. Las que resguardan los legados de las abuelas.
Son las protagonistas anónimas que depositan las semillas y labran la memoria de la tierra. Moldeadas por el esfuerzo y el sudor. Surcada la piel bruñida por el viento, el sol y el agua. Manos que cosechan y ofrendan los frutos de la tierra que nos nutren cada día sin darnos cuenta.
MARA
Héctor Arenas
Escritor y periodista
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